Wednesday, May 30, 2007

Trujillo, ¡nunca más!

Hoy se cumplen 46 años del ajusticiamiento del tirano Trujillo, y por más que muchos añoren que resucite en el cuerpo de algún político desorejado, la sociedad debe exclamar: ¡Nunca más!
La suya fue una era despótica, manchada por los abusos de poder, por los asesinatos de sus opositores, por el exilio de quienes no comulgaban con las formas en que el gran capataz maniataba y dirigía a este pueblo.
Toda la estructuración del Estado moderno, con nuevas leyes e instituciones, se erigió bajo un modelo de severo control y centralismo, autoritario y criminal, y de ahí que parezca a muchos que solo bajo un estilo así, de mano dura, puede el país enrumbarse por un mejor destino.
La única mano dura posible y admisible es aquella que solo sirva para que las leyes se apliquen y se respeten. Pero para eso no hay que buscar ni a un sátrapa, ni a un energúmeno con ínfulas de dictadorzuelo ni a ningún come-hombre.
Hay pueblos, en esta misma era moderna, que han avanzado en muchos campos con la gracia de líderes enérgicos y firmes, demócratas, respetuosos de las libertades, no del libertinaje, y conscientes de que las primeras necesidades de un pueblo son las que ameritan atenderse y resolverse.
Los pueblos que han caído bajo la férula de dictadores solo han tenido un legado: silencio, mordaza a la prensa y al ciudadano, crímenes impunes desde el Estado, huida de los adversarios, corrupción en pocas manos, y un modelo donde el hombre providencial es ley, batuta y constitución.
Aquí vivimos esa negra etapa y nadie desea restablecerla. Por eso debemos exclamar ¡nunca más! a cualquiera que pretenda, como Trujillo, vendernos la panacea del orden, la seguridad y la estabilidad con un garrote escondido a sus espaldas.
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