Saturday, September 29, 2007

Ni el inodoro del Concorde se salvó

Esta fundación sin fines de lucro pagó la cifra simbólica de un euro por la colección de 835 lotes a la empresa Airbus, constructora de las aeronaves, que fueron un ícono de la segunda mitad del siglo XX.
Entre los objetos más codiciados por los coleccionistas se encuentra un velocímetro, llamado "machometer" por estar diseñado para medir específicamente el momento en que la nave rompía la barrera del sonido.
Pero no la nariz
En la jornada de apertura, el martillo del rematador cayó para cerca de 60 piezas que forman parte de las colecciones que fueron exhibidas desde comienzos de mes en Tolouse.
Por algunos de estos objetos, se llegó a pagar hasta cinco veces el precio de base.
Se cree que también serán elevadas las ofertas por el tren de aterrizaje del Concorde, que pesa 1,2 toneladas.
Pero tampoco se descarta el interés de coleccionistas y fanáticos del avión supersónico por piezas que van desde máscaras de oxígeno, puertas de los gabinetes de equipaje y hasta un par de tapas de inodoros.
Por estas últimas se pide US$567 (cada una), el mismo precio de base de los audífonos del piloto los que junto a otros instrumentos de la cabina parecen un tanto anticuados frente a la nueva tecnología si se tiene en cuenta que el avión fue diseñado en la década de los 60.
Sin embargo, el martillo no bajará nunca este fin de semana para una de las partes más características de estos aviones: su nariz aguja.
La primera de tres de estas narices que fueron a subasta en 2003 y 2004 en Londres y París, llegó a recaudar más de medio millón de dólares.
Airbus construyó 20 aviones Concorde, seis para pruebas y desarrollo técnico que se usaron desde 1969 y 14 que cumplieron servicios de vuelos comerciales desde 1976.

Ruidosos y costosos

Presentados como la revolución en la industria aeronáutica, con la posibilidad de viajar de Londres a Nueva York en 90 minutos, los vuelos se convirtieron en los favoritos de los famosos y los ejecutivos, únicos por otra parte capaces de pagar los pasajes. Pero la tragedia de 2000, cuando uno de ellos se estrelló en París, matando a sus 113 ocupantes, disminuyó considerablemente la demanda de los vuelos.
Para ese entonces, las aerolíneas francesa y británica ya tenían claro que los costos de operación del Concorde superaban sus ganancias.
Peor aún, la maravilla tecnológica de fines del siglo XX era el centro de críticas de ambientalistas y de los vecinos de los aeropuertos en los que operaba, quienes no se cansaban de protestar los niveles de ruido de los supersónicos declarados oficialmente difuntos en 2003.
Con una capacidad para unos cien pasajeros y una tripulación de nueve miembros, el Concorde podía alcanzar una velocidad de Mach 2.2, esto es casi tres veces la de un Boeing 747.
"La gente está muy motivada y es algo que nos alegra porque esta es la última subasta de accesorios del Concorde que se organizará", comentó a los periodistas Marc Labarbe, poco antes de bajar el martillo en la jornada inaugural.
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