Friday, July 6, 2007

El más rico del mundo en territorio de pobres
La revista de negocios Forbes se rehusó este martes a ratificar si Slim es ya la persona más adinerada del mundo, como afirmó el periódico financiero Sentido Común.
El llamado "Rey Midas", por al monarca que transformaba en oro todo lo que tocaba, tiene hoy propiedades, empresas e inversiones valuadas en 67.800 millones de dólares, unos 9.000 millones más que el dueño de Microsoft, Bill Gates, al que Forbes considera el hombre más rico del mundo.
Sentido Común dio ese resultado tras calcular los últimos aumentos del valor de las acciones de las firmas de Slim.
Pero desde Nueva York, Forbes no quiso confirmar el cálculo e indicó que sólo informará de sus nuevas estimaciones en marzo de 2008.
En las listas de Forbes, Slim saltó del lugar 35 en 2003 al segundo en este año.
"La riqueza de Slim demuestra que no desmaya su talento y olfato empresarial, eso sí potenciados con los favores de gobiernos y políticos y la tolerancia a sus abusos con el consumidor", dijo a IPS el politólogo Matías Castañeda de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Slim ha entregado dinero para ayudar a políticos del todo el espectro político, desde el Partido Revolucionario Institucional, que gobernó México entre 1929 y 2000, hasta el conservador Acción Nacional, en el poder desde entonces, pasando por el izquierdista Partido de la Revolución Democrática, la primera fuerza de oposición.
Castañeda sostiene que la fortuna y poder de Slim definen y confirman el rostro de México como uno de los países más desiguales e injustos del mundo.
El 10 por ciento de la población más rica concentra aquí 35 por ciento de los ingresos, mientras el 10 más pobre sólo 1,3 por ciento.
En la porción de los más ricos están Slim y otros nueve mexicanos con fortunas de entre 4.600 y 2.100 millones de dólares cada uno.
De los 103 millones de habitantes de este país, 47 por ciento viven en pobreza patrimonial, un parámetro oficial de medición que incluye a quienes reciben hasta 3,6 dólares diarios en el área rural y hasta 5,5 en el área urbana.
Slim, nacido en 1939 y dueño del grupo Carso, un conglomerado de telecomunicaciones, tiendas, tabaco, televisión, construcción, alimentos y música, está en la cúspide de los ricos latinoamericanos, donde muchos lo veneran y otros le temen.
Hasta inicios de siglo, pocos se atrevían a cuestionarlo y a poner en duda el origen y manejo de su fortuna, pero eso ha ido cambiando. En círculos académicos y medios de comunicación donde el empresario no tiene inversiones, las voces que lo escudriñan suben de tono.
La politóloga Denise Dresser, del Instituto Tecnológico Autónomo de México, una de las pocas que ha lanzado dardos contra Slim desde los años 90, sostiene que ese cambio se generó con el proceso de apertura democrática, pero sobre todo con la evidencia de que una riqueza tan grande no debería encajar en una país tan pobre.
"(Slim es el) dios dual del capitalismo disfuncional que le ha permitido llegar a la posición privilegiada que ocupa y asegurar que nadie, y menos el gobierno, pueda desplazarlo de allí", sostiene Dresser.
El dinero de Slim comenzó a multiplicarse desde mediados de 1990, cuando compró por unos 400 millones de dólares a la entonces empresa estatal Teléfonos de México (Telmex) que, según diversas investigaciones, valía por entonces 12.000 millones de dólares.
Hoy esa empresa que controla 90 por ciento del mercado local y una buena porción de la telefonía celular en América Latina, y cobra en México tarifas mucho mayores a las que aplican otras firmas en Estados Unidos.
Los mexicanos pagan 260 por ciento más por la conexión a Internet de banda ancha que sus vecinos, 312 por ciento más por el teléfono celular y 65 por ciento más por la telefonía básica, indican estudios.
Un reporte del Banco Mundial presentado en noviembre sostiene que gran parte de la pobreza en México se debe a la concentración de riqueza en el sector empresarial y a los monopolios, entre ellos Telmex.
Esa firma ha sido denunciada por compañías extranjeras por usar su poder e influencia para impedirles ingresar a la competencia en el mercado mexicano.
Según el Banco Mundial, las instituciones del Estado encargadas de regular la competencia son débiles y por tanto presa fácil de los actores privados a los que deben fiscalizar.
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