Saturday, June 16, 2007

Historia de 100 años atras se vuelve a repite en Morristown


La historia en Morristown se repite. Hoy, la única diferencia es que los recién llegados proceden de Latinoamérica.
“Resulta irónico saber que los que nos persiguen a los inmigrantes hoy en día, son los descendientes de aquellos que fueron víctimas de la misma discriminación. La diferencia es que hoy nos quieren sacar sembrándonos el miedo” asegura Pedro Labrador, residente de Morristown.
Desde finales de los 1800s, los recién llegados inmigrantes de Italia arribaban a Ellis Island, luego se trasladaban en ferry a la ciudad de Nueva York, desde donde, los que tenían familiares o conocidos de la misma villa tomaban un ferry hacia Hoboken y de allí el tren que los llevaría a Morristown, según rezan testimonios recopilados en el libro “Nuevos Vecindarios, Viejos Amigos” escrito por James V. Constanzo Sr. Aunque la mayoría eran contratados para trabajos fijos, a comienzos de los 1900s, alrededor de una docena de italianos se paraban en la esquina de la avenida Speedwell y la calle Flagler en busca de trabajo en la construcción o jardinería.
Hoy los jornaleros se paran en busca de trabajo en la esquina de la calle Morris y la avenida Lafayette y Speedwell. “Solo queremos trabajar, no molestamos a nadie y respetamos las leyes” asegura José Montuno, guatemalteco y jornalero, que desde hace un año se estableció en la zona.
En el mencionado libro, se describe la vida de los inmigrantes italianos en Morristown a comienzos del siglo pasado como, “no sustancialmente diferente a la de otros grupos étnicos que recién llegaban al país, trabajadores con bajo salario, segregados, discriminados y víctimas de ataques verbales por su origen racial o nacionalidad”.
Los residentes de esa época se quejaban acerca de los nuevos inmigrantes porque vivían en hacinamiento, se reunían en las esquinas, bebían en la vía publica y cometían crímenes. En esa misma época, los italianos vivían segregados de los irlandeses en un área comprendida por un cuarto de milla en la calle Flagler, conocida como “El Hueco”. Según consta, entre 1880 a 1924, cuando fueron impuestas restrictivas cuotas de inmigración, más de cinco millones de italianos habían entrado a los Estados Unidos.
El idioma también era una barrera para los nuevos inmigrantes, muchos no sabían leer ni escribir. El hacinamiento en las viviendas se producía porque la mayor parte de las familias italianas ya establecidas en Morristown, con el ánimo de obtener dinero extra, rentaban camas a los recién llegados, que por 3 dólares al mes recibían vivienda, comida y ropa limpia.
A comienzos del siglo pasado (el 1900) se mudaron a Morristown más de 60 industriales adinerados, hecho que colocó a la localidad en el mapa, reconociéndosela como “ciudad de millonarios”, volviendo así a su época de gloria, cuando en 1777, George Washington la eligió para sentar los cuarteles centrales de la Armada Continental. En un testimonio de como los italianos eran discriminados en el área laboral, registrado en el libro de Constanzo, Rose Vigilante asegura que en 1910 trabajaba en una lavandería, en donde las irlandesas laboraban en el primer piso planchando la ropa de la gente adinerada, mientras que las italianas lo hacían en el sótano, asignándoles solo el alisado de fundas de almohadas y sábanas.
Uno de los argumentos esgrimidos hoy en día, es que hace más de un siglo los nuevos inmigrantes no venían indocumentados y en la actualidad una parte que reside en la ciudad si lo es.
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