Lo deja todo por hermana perdida.Son los síntomas de la frustración de no saber nada, de no poder comunicarse en español con el detective que lleva la investigación del caso. Es el dolor por no poder ver ni apoyar a sus dos sobrinos —los hijos de su hermana, uno de ellos autista— porque el marido de ésta se lo prohíbe desde que Marisol le reprochó los golpes y el terror que vivían en una relación de violencia doméstica.
Con la noche, sentada en un banco en la casa de su prima, mira la foto de Reyna Isabel de los Santos, su hermana de 42 años de edad, con sus hijos, con sus padres. La ve llena de vida y sigue adelante. Medita y reza “a papá Dios” con las fuerzas que nunca hubiera pensando que tuviera.
“Si supiera algo, para acabar con este duelo... No hay nada. Yo temo que esté secuestrada. Ella nunca iba a dejar a sus hijos que tanto la necesitan, su trabajo. Despareció sin llevarse nada”, dice Marisol de los Santos.
Las mañanas son más fáciles para Marisol: siente que puede hacer algo. Puede poner carteles por las calles de la ciudad con la foto de su hermana… “¿Y qué más, qué puedo hacer? Me siento impotente, atada. Los días pasan y pasan, en el trabajo me esperan”, afirma.
Cuando al caminar por las calles, Marisol ve otros carteles de otras mujeres, desaparecidas desde hace años, la vitalidad desaparece de su rostro. Hay unas 51 mil personas adultas desaparecidas en EE.UU., según el Centro Nacional de Información del Crimen del Buró Federal de Investigaciones (FBI).
“Grabo sus rostros en mi mente e intento buscar también a estas personas, mientras encuentro a mi hermana. Intento imaginar el dolor que sienten sus familias y rezo por ellas”, dice.
Salir de la casa, tomar el autobús, después el metro que le llevará hasta Corona National Community Center son pequeños retos que Marisol de los Santos, que no habla una palabra de inglés, supera con un paso más en la búsqueda. “Me siento realizada. Ya puedo ir en el bus y el metro sin perderme”, dice sonriendo.
Ahí ha encontrado a Enrique Lugo —un vendedor de seguros de salud y presidente voluntario de esta asociación no lucrativa que ofrece clases de inglés, atención médica y otros servicios—, su compañero de búsqueda, junto a varios voluntarios como la mexicana Nancy Cruz, que hacen guardia para responder cualquier llamada.
“Un día recibí varias llamadas de la comunidad, diciéndome si había leído un artículo en EL DIARIO/LA PRENSAsobre la desaparición de Reyna Isabel de los Santos, una dominicana como yo. Llamé al teléfono de contacto, hablé con Marisol y de ahí me fui a la oficina del concejal Hiram Monserrate, para pedirle ayuda”, explica Lugo.
Desde entonces, Marisol y Enrique, que es padre de 5 hijos, no se han separado en la búsqueda de Reyna Isabel. En una pizarra, Lugo diseña el plan de acción para el día: llamadas a la policía, a comisionados, calles en las que seguir buscando una pista.
“Nunca había visto un caso así. Los desaparecidos que antes nos llegaban tenían problemas mentales o se habían ido por unos días y regresaban. Pero de Reyna Isabel no se sabe nada desde hace más de mes y medio. Estamos luchando no sólo por Reyna, sino por todas las mujeres que sufren violencia doméstica. La policía debe cambiar sus reglas y considerar este punto en su investigación a pesar de que no exista una denuncia formal”, dice.
En la oficina de Monserrate, un demócrata por Queens que antes fue policía, Marisol de los Santos habla por teléfono con Víctor “Ito” Bisonó, diputado nacional del Partido Reformista de la República Dominicana. Marisol le pide más ayuda que el envío de cartas a las autoridades estadounidenses y presión a las autoridades de la ciudad.
“Quisiera movilizar a la policía como cuando lo han hecho con los casos de la adolescente desaparecida en Aruba y otros casos de mujeres anglosajonas, que entendieran que no todas las latinas que sufren violencia doméstica denuncian el caso a las autoridades”, dice Marisol de los Santos. Monserrate la escucha atentamente. “Creo que la policía puede hacer más. El detective debe de poderse comunicar con usted y con la realidad que vive su hermana”, afirma.
El Departamento de Policía de Nueva York se negó a contestar preguntas de este periódico. El marido de Reyna Isabel, Edwin “Erick” Fuentes, no contestó a nuestras repetidas llamadas. Marisol de los Santos sigue buscando cada día a su hermana por las calles de una ciudad, Nueva York, que desconoce.
Con la noche, sentada en un banco en la casa de su prima, mira la foto de Reyna Isabel de los Santos, su hermana de 42 años de edad, con sus hijos, con sus padres. La ve llena de vida y sigue adelante. Medita y reza “a papá Dios” con las fuerzas que nunca hubiera pensando que tuviera.
“Si supiera algo, para acabar con este duelo... No hay nada. Yo temo que esté secuestrada. Ella nunca iba a dejar a sus hijos que tanto la necesitan, su trabajo. Despareció sin llevarse nada”, dice Marisol de los Santos.
Las mañanas son más fáciles para Marisol: siente que puede hacer algo. Puede poner carteles por las calles de la ciudad con la foto de su hermana… “¿Y qué más, qué puedo hacer? Me siento impotente, atada. Los días pasan y pasan, en el trabajo me esperan”, afirma.
Cuando al caminar por las calles, Marisol ve otros carteles de otras mujeres, desaparecidas desde hace años, la vitalidad desaparece de su rostro. Hay unas 51 mil personas adultas desaparecidas en EE.UU., según el Centro Nacional de Información del Crimen del Buró Federal de Investigaciones (FBI).
“Grabo sus rostros en mi mente e intento buscar también a estas personas, mientras encuentro a mi hermana. Intento imaginar el dolor que sienten sus familias y rezo por ellas”, dice.
Salir de la casa, tomar el autobús, después el metro que le llevará hasta Corona National Community Center son pequeños retos que Marisol de los Santos, que no habla una palabra de inglés, supera con un paso más en la búsqueda. “Me siento realizada. Ya puedo ir en el bus y el metro sin perderme”, dice sonriendo.
Ahí ha encontrado a Enrique Lugo —un vendedor de seguros de salud y presidente voluntario de esta asociación no lucrativa que ofrece clases de inglés, atención médica y otros servicios—, su compañero de búsqueda, junto a varios voluntarios como la mexicana Nancy Cruz, que hacen guardia para responder cualquier llamada.
“Un día recibí varias llamadas de la comunidad, diciéndome si había leído un artículo en EL DIARIO/LA PRENSAsobre la desaparición de Reyna Isabel de los Santos, una dominicana como yo. Llamé al teléfono de contacto, hablé con Marisol y de ahí me fui a la oficina del concejal Hiram Monserrate, para pedirle ayuda”, explica Lugo.
Desde entonces, Marisol y Enrique, que es padre de 5 hijos, no se han separado en la búsqueda de Reyna Isabel. En una pizarra, Lugo diseña el plan de acción para el día: llamadas a la policía, a comisionados, calles en las que seguir buscando una pista.
“Nunca había visto un caso así. Los desaparecidos que antes nos llegaban tenían problemas mentales o se habían ido por unos días y regresaban. Pero de Reyna Isabel no se sabe nada desde hace más de mes y medio. Estamos luchando no sólo por Reyna, sino por todas las mujeres que sufren violencia doméstica. La policía debe cambiar sus reglas y considerar este punto en su investigación a pesar de que no exista una denuncia formal”, dice.
En la oficina de Monserrate, un demócrata por Queens que antes fue policía, Marisol de los Santos habla por teléfono con Víctor “Ito” Bisonó, diputado nacional del Partido Reformista de la República Dominicana. Marisol le pide más ayuda que el envío de cartas a las autoridades estadounidenses y presión a las autoridades de la ciudad.
“Quisiera movilizar a la policía como cuando lo han hecho con los casos de la adolescente desaparecida en Aruba y otros casos de mujeres anglosajonas, que entendieran que no todas las latinas que sufren violencia doméstica denuncian el caso a las autoridades”, dice Marisol de los Santos. Monserrate la escucha atentamente. “Creo que la policía puede hacer más. El detective debe de poderse comunicar con usted y con la realidad que vive su hermana”, afirma.
El Departamento de Policía de Nueva York se negó a contestar preguntas de este periódico. El marido de Reyna Isabel, Edwin “Erick” Fuentes, no contestó a nuestras repetidas llamadas. Marisol de los Santos sigue buscando cada día a su hermana por las calles de una ciudad, Nueva York, que desconoce.
F/DiarioLaPrensa